Rezos para San Bernardo

Levantamos nuestros ojos hacia ti, oh reina del mundo. Después de haber cometido tantos pecados debemos comparecer ante nuestro Juez, ¿y quién lo apaciguará? Nadie puede hacerlo mejor que tú, oh bendita Señora, que lo has amado tanto, y has sido tan tiernamente amada por él. Abre tu corazón, entonces, oh madre de misericordia, a nuestros suspiros y oraciones. Volamos a tu protección; apaciguamos la ira de tu Hijo, y nos restauramos a su favor. No aborreces al pecador, por muy repugnante que sea; no lo desprecias, si te envía sus suspiros, y con contrición pide tu intercesión; tú, con tu mano bondadosa, lo liberas de la desesperación; lo animas a esperar, lo confortas, y no lo dejas hasta que lo reconcilies con su Juez.

Rezos para San Bernardo

Tú eres el único en quien el Salvador encontró su reposo, y en quien ha depositado todos sus tesoros. Así todo el mundo, oh María, honra tu vientre casto, como el templo de Dios, donde la salvación del mundo tuvo su principio. En ti se efectuó la reconciliación entre Dios y el hombre. Tú eres el jardín cerrado, oh gran madre de Dios, cuyas flores nunca han sido recogidas por la mano del pecador. Tú eres el hermoso jardín, en el que Dios ha puesto todas las flores que adornan la Iglesia, como la violeta de tu humildad, el lirio de tu pureza y la rosa de tu caridad. ¿A quién se te puede comparar, oh madre de la gracia y de la belleza? Tú eres el paraíso de Dios. De ti brotó la fuente de agua viva que riega toda la tierra. Oh, cuántos favores has concedido al mundo, mereciendo ser el canal de las aguas de salvación!

De ti habla el Espíritu Santo cuando dice: ¿Quién es la que surge como el alba, hermosa como la luna, resplandeciente como el sol? Tú eres, entonces, ven al mundo, oh María, como un resplandeciente amanecer, precediendo, con la luz de tu santidad, la venida del Sol de Justicia. El día en que apareciste en el mundo puede ser llamado verdaderamente el día de la salvación, el día de la gracia. Tú eres hermoso como la luna; porque aa no hay planeta más parecido al sol, así que no hay criatura más parecida a Dios que tú. La luna ilumina la noche con la luz que recibe del sol, y tú iluminas nuestras tinieblas con el esplendor de tus virtudes; y eres más hermosa que la luna, porque en ti no se encuentra ni mancha ni sombra. 

Tú eres resplandeciente como el sol, quiero decir como el Sol que ha creado el sol; él ha sido escogido entre todos los hombres, y tú entre todas las mujeres. Oh dulce, oh grande, oh preciosa María, tu nombre no puede ser pronunciado por nadie que tú inflames con tu amor; tampoco pueden pensar en ti los que te aman sin sentirse animados a amarte más. Oh, bendita Señora, ayuda a nuestra debilidad. ¿Y quién es más apto para hablar a nuestro Señor Jesucristo que tú, que disfrutas, tan cerca de él, de su dulce conversación? Habla, habla, oh Señora, porque tu Hijo escucha, y tú obtendrás de él todo lo que pidas. Amén

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